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23 junio, 2012

¿Botinera?


- Amiga ¿salimos ésta noche?
Esos signos de interrogación abrazaban cuatro palabras, cuatro simples conjuntos de letras que definirían lo que el destino tenía para nosotras.
La respuesta fue afirmativa. En seguida surgió la duda de siempre, esa duda existencial que aplasta al famoso "Ser o no ser" del famosísimo Hamlet:
-¿Qué me pongo?
 Belleza, frescura y juventud. Eso era lo que me iba a poner esa noche. La tarde transcurrió, el sol se escondía en el horizonte combinando los colores del cielo con el esmalte de uñas elegido para lucir. 
La amiga llega y entonces partimos. Todos los fines de semanas los jóvenes salen con expectativas de diversión y conquista. Ésta última no era el caso. Después de todo "las chicas sólo quieren divertirse"...

Entre canciones de moda, luces de colores y cuerpos tambaleándose por los efectos del alcohol, estaba él.
Divino. Una deidad. Piel morena, como la canción de Thalia. Rasgos cálidos, caribeños que recordaban a palmeras, playas soleadas...ya sentía el aroma de los cocos y tragos exóticos. Sus ojos marrones, varoniles. Musculosa blanca combinada a la perfección con el tono de su piel que dejaba al descubierto esos brazos formados, dignos de un deportista. El caballero daba esa imagen de machazo, carne de la buena...
Y entonces me señala con una sonrisa, invitándome un trago. Mi amiga se perdió con su cómplice en la multitud. Otra historia que contar.
El morocho tenía mirada ganadora, como cuando los atletas ganan el primer puesto. Me halagó con sonrisas y gestos de aceptación:
- ¿Cómo me dijiste que era tu nombre?
Me presenté nuevamente.
En realidad nunca lo había hecho, creo que utilizó el truquito del "te conozco" el cual  acorta distancias entre dos desconocidos por conocerse.
¿Y vos?- Lo invité a identificarse. Gesticuló extendiendo las manos hacia un saludo formal, como si fuéramos a emprender un proyecto empresarial.
- Guille, jugador de fulbo.